Espero vuestras criticas.
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La muerte desde su tumba.
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En un mundo de seres imposibles la luz y la oscuridad se encuentran
más de lo que deberían. Los humanos no nos damos cuenta la mayoría del
tiempo de lo que nos rodea, vivimos felices en nuestro mundo de sombra,
proyectada por la luz que oculta la oscuridad. Muchas veces tanto la luz
como la oscuridad se adentran en nuestro mundo, y vemos cosas que no se
deberían ver. Ahora desde mi negra tumba os contare como choque de
bruces con la luz y por culpa de esto caí en el abismo de la oscuridad.
Era un día demasiado normal, aburrido, ni si quiera sentía estrés por
los exámenes, la tarde era soleada, pero sin excesivo calor, una típica
tarde de primavera. Y entonces lo vi, con un aura triste rodeándolo.
Todos podían mirarlo, pero nadie salvo yo podía verle y él parecía
saberlo. Se acerco a mi, mientras yo permanencia pegada al asfalto. Me
cogió la cara con sus cálidas manos, y examino mi rostro con sus
apenados ojos esmeralda. “No todo lo que se encuentra en la luz es
bueno” dijo el mientras me colocaba entre sus brazos para abrazarme, su
pelo azabache me hacia suaves cosquillas en mi mejilla, y sus fuertes
brazos estaban posados en mi espalda y mi cintura. “No pasa nada” digo
consolándolo a la vez que una de mis manos empieza a acariciarle las
suaves plumas de sus grandes y blancas alas.
Observo la última puesta de sol desde el balcón del hasta ahora fue mi
hogar. Mi pequeño pueblo nunca fue muy bonito, pero desde que aquella
altura aquel pueblo parecía precioso, por el otro lado se veían lo
campos de trigo aun verde junto algunas grajas perdiéndose en el
horizonte. Entro en la casa y acaricio una a una las paredes ahora
vacías, tras quitar todos los muebles. Vuelvo ha lo que queda de mi
habitación, observo cada grieta en la pared, cada pequeño golpe, cada
diminuto rastro de pintura de los rotuladores. Recuerdo, recuerdo las
historias guardadas tras esos desastres, fueron hechas por mi por mis
amigas y mi familia. En este lugar es donde mi hermano y yo dimos
nuestros primero pasos, dijimos nuestras primeras palabras, aprendimos a
reír y nos poníamos a llorar, aquí es donde mi hermano anuncio su boda,
y donde yo traje a mi primer amor. Y ahora no volveré a pisar esta casa
nunca, a ver sus estúpidas paredes, ni a chocarme con sus malditas
puertas. Bajo los tres pisos que me separan del suelo y abandono para
siempre el único hogar que he conocido, el que sin pretenderlo se
convirtió para mi y los míos en el lugar mas maravillosos del mundo, el
que me hacen abandonar a la fuerza.
La lluvia la ha empapado entera porque ella no quiso abrir el paraguas.
Entra en la casa dejando pequeñas lagunas de agua a cada paso. Se mira
al espejo y lo que ve la inquieta hasta ella. Los restos de lluvia se
mezclan con sus lágrimas, que caen por una mejilla derecha, más roja e
hinchada de lo habitual tras la paliza recibida. Algo dentro de ella se
rompe, su puño golpea con fuerza el espejo. Cristales de diferentes
tamaños chocan en todas partes. Junto a su pie queda un cristal de
suficiente tamaño, él cual ella coge antes de sentarse en el suelo. El
cristal corta lo suficiente y ella lo sabe. Coloca la punta del cristal
en un extremo de su muñeca y presiona lo suficiente para sentirlo pero
sin desgarrar la carne. Ella entera esta helada, excepto donde el
cristal y su piel hacen contacto, que parece arder. Aprieta un poco más y
la primera gota de sangre sale. Entonces algo en ella despierta y lanza
el cristal al otro lado de la habitación “No me rendiré”, repite en su
cabeza “No me rendiré”.
De los seres que nos rodean en este mundo los Pantung son los más
numerosos. Criaturas cuya forma cambia, pero su piel siempre es piedra.
Hoy ellos son nuestros protectores en las sombras ocultos tras su forma
de estatua, pero no siempre fue así. Siglos atrás los Pantung eran
nuestros mayores verdugos, gobernados por seres ya olvidados. Ellos eran
simples esclavos sin más opciones que matar, deseaban la libertad tanto
como los humanos con los que acababan. La libertad llego sin aviso,
nadie sabe por que, pero se cree que las lágrimas menos egoístas jamás
derramadas por una niña, no del todo humana, acabaron con el tormento
tanto de humanos como de Pantung. Y así es como esos seres que temimos
ahora nos protegen. Quedaron ocultos, sigilosos y vigilantes. Si ves una
estatua moverse, no lo dudes, acabes de ver a un Pantung en acción.
Aunque cuidado, al igual que los humanos no todos estos seres son
buenos.